Psicología del desarrollo

A lo largo de la vida, las personas atravesamos innumerables cambios físicos, cognitivos, emocionales y sociales. Algunos son evidentes —como el crecimiento corporal o la maduración intelectual—, mientras que otros ocurren de forma más silenciosa, como la transformación de nuestras motivaciones, valores o formas de relacionarnos con los demás. En psicología, a este proceso continuo y dinámico se le denomina desarrollo, un concepto que reconoce la existencia de transformaciones que nos acompañan desde la concepción hasta la vejez.

 
Psicología del desarrollo.
 

La psicología del desarrollo es la rama de la ciencia psicológica que se dedica a estudiar esos cambios y las fuerzas que los impulsan, desde los factores biológicos y genéticos hasta los sociales, culturales y emocionales. Busca comprender cómo las personas evolucionamos a lo largo del tiempo y por qué cada trayectoria vital es única. En este artículo se exploran los principales factores que influyen en el desarrollo humano —como la herencia, el ambiente, la estabilidad o el cambio— y se presenta una visión general de las teorías más relevantes que han intentado explicar cómo y por qué nos transformamos: desde las perspectivas biológicas y psicoanalíticas hasta los enfoques cognitivos, socioculturales y del apego.


Qué es la psicología del desarrollo

La psicología del desarrollo es la rama de la Psicología que estudia cómo las personas crecemos, cambiamos y nos adaptamos a lo largo del ciclo vital. Analiza el desarrollo en tres dimensiones principales: la biológica, la cognitiva y la psicosocial, entendidas como procesos interdependientes y en constante interacción. El desarrollo en estas tres áreas está determinado por una combinación de factores genéticos y ambientales, siendo la influencia de cada factor muy variable tanto de una persona a otra como según el momento vital de cada una.

Pongamos algunos ejemplos de cómo influye cada factor. El diagnóstico de una enfermedad neurodegenerativa (factor biológico) no tiene el mismo impacto en una persona joven (cuyos proyectos vitales pueden verse afectados) que en una anciana (cuyos proyectos vitales principales ya han sido alcanzados). De manera similar, la experiencia de vivir la pandemia de COVID-19 (factor ambiental) afectó de distinta manera a cada persona, en función de su forma de ser, estado de salud previo y su edad. Las personas mayores temieron por su vida, mientras que los jóvenes se lamentaban de no poder salir a la calle o ver a sus amigos.


Factores que influyen en el desarrollo

A lo largo de la vida, el ser humano está sometido a procesos continuos de cambio y continuidad. El modo en que estos procesos se manifiestan depende de múltiples variables, entre las que destacan tres grandes dicotomías clásicas en psicología del desarrollo:

  1. Herencia y ambiente. De nuestros progenitores heredamos un conjunto de genes que determinan parte de nuestro potencial biológico para desarrollar determinadas competencias, pero también determinadas enfermedades. Estas (competencias y enfermedades potenciales) se desarrollarán o no según las condiciones del entorno en el que crecemos.

    Además, no solo heredamos de nuestros padres sus genes, también heredamos características culturales, patrones, conductas, creencias, estilos de apego, formas de afrontar emociones, etc. Estos rasgos que se transmite entre generaciones se denomina herencia transgeneracional.

    Al mismo tiempo, debemos recordar que el ambiente modela nuestra biología, influyendo en la expresión de los genes a través de mecanismos epigenéticos. La educación, los amigos, el barrio, el colegio y los compañeros de trabajo forman parte de ese entorno que, junto con la genética, configura nuestro desarrollo.

    En cuanto al peso de la genética en el desarrollo de las enfermedades, es cierto que las enfermedades monogénicas (causadas por mutaciones específicas de un solo gen) tienen en la práctica una heredabilidad cercana al 100%. Algunas de ellas son: la fibrosis quística, la enfermedad de Huntington o la talasemia. Sin embargo, en el ámbito de la psiquiatría las enfermedades son poligénicas y multifactoriales. Aun en los trastornos con mayor heredabilidad, como la esquizofrenia, el trastorno bipolar, el TDAH y los trastornos del espectro autista (TEA), el ambiente puede influir en su aparición y modular la gravedad, el curso y la expresión de los síntomas.

  2. Continuidad y discontinuidad. El desarrollo suele avanzar de forma gradual, pero no siempre lo hace de manera uniforme. Algunas capacidades evolucionan de forma continua, mientras que otras lo hacen mediante saltos cualitativos. Por ejemplo, el crecimiento de un niño puede ser continuo y lento durante años pero, de repente, experimentar un “estirón” y crecer rápido y súbito. Del mismo modo, ciertos cambios cognitivos o psicológicos pueden emerger o desaparecer bruscamente tras un periodo de estabilidad aparente.

  3. Estabilidad y cambio. Hay circunstancias de la vida que se mantienen estables, mientras que otros pueden cambiar drásticamente. Transiciones vitales como el paso del instituto a la universidad, la emancipación de los padres o la jubilación pueden alterar el modo en que nos percibimos a nosotros mismos y a los demás. Cada cambio, grande o pequeño, deja una huella que moldea nuestra identidad y nuestra forma de estar en el mundo.


La influencia de la primera infancia

Se ha dicho con frecuencia que la primera infancia marca la vida de una persona, y la psicología del desarrollo ofrece abundante evidencia que respalda esa afirmación. Los primeros años son un periodo de enorme plasticidad cerebral y emocional, en el que se establecen los cimientos de la personalidad y de la capacidad para relacionarse con los demás.

El vínculo afectivo con las figuras de apego —habitualmente los padres— es fundamental. Cuando el vínculo es seguro y estable, genera confianza y bienestar emocional. Sin embargo, cuando es inestable, negligente o traumático, puede dejar huellas profundas en la regulación afectiva y en la forma de vincularse con otras personas durante el resto de la vida de esa persona.

En este sentido, los traumas tempranos pueden tener efectos duraderos, porque las experiencias vividas en los primeros años no solo se almacenan como recuerdos, sino que configuran la arquitectura emocional y neuronal del individuo.

Sin embargo, la investigación actual también ha mostrado que, gracias a la plasticidad del cerebro y la resiliencia psicológica, el desarrollo humano conserva una capacidad significativa de cambio y reparación. La primera infancia es, sin duda, una etapa determinante, pero no irreversible.

 
El árbol que nace torcido no se enderezará nunca.
— Refrán popular

Desarrollo a lo largo del ciclo vital

El desarrollo humano no se limita a la infancia o la adolescencia. Acompaña a la persona durante todo su ciclo vital, desde la concepción hasta la muerte, y abarca tanto los avances como los retrocesos que ocurren en las distintas etapas de la vida. La psicología del ciclo vital (o life-span psychology), desarrollada por autores como Paul Baltes, considera que el desarrollo es un proceso dinámico y continuo, caracterizado por cinco propiedades esenciales que lo definen y diferencian de una simple sucesión de cambios biológicos o conductuales.

Al desarrollo del individuo a lo largo de su ciclo vital se le conceden cinco características:

  1. Desarrollo duradero. Los cambios que experimentamos a lo largo de la vida —ya sean ganancias o pérdidas— tienden a mantenerse y dejar huella en etapas posteriores. Cada fase vital se construye sobre las anteriores, de forma que las experiencias, aprendizajes y decisiones pasadas influyen en nuestra forma de afrontar desafíos futuros. Dicho de otro modo, el desarrollo se acumula y se transforma en nuevas formas de adaptación.

  2. Desarrollo multidimensional. El desarrollo ocurre a la vez en múltiples dimensiones: biológica, cognitiva, emocional y social. Estas dimensiones se entrelazan y retroalimentan: el crecimiento físico, el pensamiento, los valores y las relaciones interpersonales evolucionan de manera conjunta y continua.

  3. Desarrollo multidireccional. En una misma etapa pueden coexistir avances y retrocesos en diferentes áreas. Así, mientras algunas capacidades mejoran, otras pueden deteriorarse. Por ejemplo, en la vejez muchas personas experimentan una disminución en la velocidad de procesamiento mental, pero al mismo tiempo desarrollan mayor sabiduría, capacidad de juicio y comprensión emocional.

  4. Desarrollo plástico: El desarrollo es flexible modificable. Ninguna característica humana está completamente determinada por la genética o por las experiencias tempranas. A lo largo de la vida, las personas conservan la capacidad de aprender, adaptarse y cambiar.

  5. Desarrollo contextual. No debemos olvidar que el desarrollo siempre ocurre dentro de un contexto, y este contexto cambia a lo largo del tiempo. La familia, la cultura, la época histórica y las circunstancias socioeconómicas influyen en la manera en que una persona se desarrolla.
    Por ejemplo, crecer durante una guerra, una crisis económica o una pandemia no ofrece las mismas oportunidades ni despierta las mismas preocupaciones que hacerlo en un periodo de estabilidad.


Teorías del desarrollo humano

Desde finales del siglo XIX se han ido elaborando distintas teorías sobre el desarrollo humano. Cada una de estas teorías ha puesto el énfasis en distintos aspectos: biológicos, cognitivos, afectivos, sociales, culturales e incluso sexuales. A continuación, vamos a hacer un recorrido histórico de los últimos 150 años para entender cómo estas perspectivas nos han ayudado a entender el desarrollo humano, especialmente el desarrollo infantil.


🧬 1. Teorías biológicas y madurativas

A finales del siglo XIX y principios del XX la psicología estaba muy influida por la teoría de la evolución de Darwin. Se creía que el desarrollo psicológico y cognitivo de las personas seguía leyes naturales del crecimiento, igual que el desarrollo físico.

Stanley Hall, considerado el padre de la psicología del desarrollo, fue uno de los pioneros en aplicar el método científico al estudio del niño, realizando grandes encuestas y observaciones. Introdujo el estudio de la adolescencia como etapa diferenciada entre la infancia y la edad adulta. Defendía una visión evolutiva en la que el desarrollo individual (ontogenia) reproducía el desarrollo de la especie (filogenia).

Arnold Gessel fue otro autor muy importante de esta etapa que desarrolló la teoría madurativa, centrada en la influencia de la herencia y la biología. Defendía que el desarrollo sigue un patrón biológico predeterminado, con secuencias universales (hitos del desarrollo). Elaboró escalas que medían el desarrollo a partir de filmar a bebés para estudiar y describir su progresión motora, perceptiva y conductual. Gessel entendeía que el ambiente podía facilitar o dificulta, pero no alterar el orden natural del desarrollo.

Estas teorías pusieron su énfasis en la maduración del sistema nervioso como motor del desarrollo. Entendían que existe secuencias universales en el desarrollo (por ejemplo: gatear > ponerse de pie > andar). Estas secuencias del desarrollo están determinadas biológicamente y siguen un patrón común, aceptando que cada niño sigue un ritmo individual (ejemplo: un niño puede comenzar a andar a los 10 meses y otro a los 14). Para ellos, la conducta es una manifestación externa del crecimiento orgánico.

Las teorías biológicas y madurativas introdujeron la observación sistemática y la medición en psicología infantil, influyendo mucho en la educación infantil y la pediatría del desarrollo. Sin embargo, fueron criticados por el determinismo biológico, ya que apenas reconocían la influencia del ambiente o la experiencia.


🌀 2. Teorías psicodinámicas o psicoanalíticas

A comienzos del siglo XX, el psiquiatra más famoso de la historia —Sigmund Freud (1856-1939)— propuso una visión revolucionaria del desarrollo humano en la que la personalidad adulta no se explica solo por la biología (como se había creído hasta entonces), sino también por procesos inconscientes y por la manera en que el individuo resuelve sus conflictos internos.

La teoría psicosexual de Freud propone que el desarrollo ocurre en cinco etapas, cada una centrada en una zona erógena:

  1. Etapa oral (0-18 meses): el bebé obtiene la gratificación a través de la boca, por la que se alimenta y explora el mundo. En esta etapa, el bebé sobrevive alimentándose a través de la succión del pezón (o de la tetina del biberón) y muerde o chupa los objetos en su afán de explorar su entorno.

  2. Etapa anal (18 meses-3 años): el niño obtiene la gratificación a través del control ejercido sobre su esfínter anal, expulsando o reteniendo las heces.

  3. Etapa fálica (3-6 años): el interés del niño se centra en sus genitales, que observa, toca y compara. En esta etapa, el niño es capaz de identificar al progenitor del mismo sexo y del sexo contrario, así como a sus hermanos o iguales.

  4. Etapa de latencia (6-11 años): etapa de calma instintiva, en la que desaparece el interés por el sexo y se produce el desarrollo de sus habilidades sociales e intelectuales .

  5. Etapa genital (adolescencia-madurez): en el adolescente resurge el interés sexual y más adelante aparecerán las relaciones sexuales maduras.

La teoría freudiana pone énfasis en la influencia de las experiencias tempranas y en la calidad del vínculo con los padres, al considerar que las relaciones afectivas de la infancia dejan una huella profunda en la personalidad adulta. También subrayó la existencia de procesos inconscientes que influyen en la conducta, es decir, fuerzas psicológicas que actúan fuera de la conciencia pero que determinan buena parte de los pensamientos, emociones y comportamientos del individuo.

La teoría psicosexual ha recibido numerosas críticas por su escasa base empírica (ideas se basadas en observaciones clínicas), y por su excesivo determinismo sexual (atribuye a la sexualidad infantil un papel desproporcionado en la formación de la personalidad). Sin embargo, está ampliamente reconocida su contribución como la primera teoría que otorgó relevancia al mundo emocional del niño en una época en la que la infancia se entendía como un proceso de maduración física y aprendizaje.


La teoría psicosocial de Erikson:

Un discípulo de Freud, Erik Erikson (1902–1994), amplió la teoría psicoanalítica incorporando una perspectiva más social y cultural del desarrollo humano. Mientras que Freud había centrado su modelo en la infancia y en los conflictos sexuales inconscientes, Erikson propuso que el desarrollo se prolonga a lo largo de toda la vida y que cada etapa está marcada por un conflicto psicosocial que la persona debe resolver para avanzar hacia una identidad sólida y un equilibrio emocional.

A diferencia de Freud, Erikson consideró que el individuo no es un ser pasivo esclavo de sus impulsos, sino un ser activo que busca adaptarse a su entorno y que participa conscientemente en su propio crecimiento.

Erikson describió ocho etapas del ciclo vital, que abarcan desde el nacimiento hasta la vejez. En cada una de ellas, el individuo enfrenta una crisis psicosocial propia de su edad y en la que debe encontrar un equilibrio entre dos fuerzas opuestas. La resolución satisfactoria de cada conflicto conduce a una nueva virtud o fortaleza del yo, que facilita el afrontamiento de los desafíos posteriores. Por el contrario, una resolución inadecuada puede generar dificultades emocionales o relacionales que persistan en etapas posteriores.

  1. Confianza/seguridad frente a desconfianza/inseguridad. Durante el primer año y medio de vida, la consistencia de un cuidador afectuoso (madre) permite al bebé aprender a confiar en los demás y en el mundo. La confianza que tengan los padres en sí mismos y en los demás se verá reflejada en el bebé. Si el cuidador no es consistente o se muestra inseguro, el desarrollo del bebé será fallido y se volverá ansioso y desconfiado.

  2. Autonomía frente a vergüenza y duda. A partir del año, el niño tiene mayor control sobre su cuerpo (da sus primeros pasos y controla esfínteres) y acciones (comienza a explorar su entorno). La presencia de los padres, en los que ha aprendido a confiar en la etapa anterior, fomenta su autonomía. Por el contrario, un exceso de control o crítica por parte de los adultos puede minar su sentimiento de autonomía.

  3. Iniciativa frente a culpa. En la etapa escolar, a partir de los 3 años comienza la edad del juego y es capaz de hacer un mayor uso del lenguaje. El niño busca afirmar su voluntad e iniciativa a través del juego y la exploración. Si sus intentos son reprimidos, puede experimentar sentimientos de culpa o inhibición.

  4. Laboriosidad frente a inferioridad. El niño a partir de los 6 años entra en la edad escolar, en la que su atención se centra en la adquisición de habilidades y en la valoración del esfuerzo. El reconocimiento y el éxito que vienen de casa y del colegio fortalecen su sentido de competencia. Por el contrario, el fracaso o la comparación constante con los demás pueden generar sentimientos de inferioridad.

  5. Búsqueda de identidad frente a difusión de rol. La adolescencia es un momento crítico en el que el individuo busca integrar sus experiencias pasadas en una imagen coherente de sí mismo. La falta de dirección o de apoyo puede dar lugar a una identidad difusa o inestable.

  6. Intimidad frente a aislamiento. La tarea principal al comienzo de la edad adulta es establecer vínculos afectivos profundos y auténticos. La incapacidad para confiar o comprometerse puede conducir al aislamiento emocional, mientras que la ausencia de respeto por la intimidad y escasez de profundidad en los vínculos afectivos puede llevar a la promiscuidad.

  7. Generatividad frente a estancamiento. En la madurez, el interés se orienta hacia el cuidado y la contribución a las generaciones siguientes. Se puede ser productivo en el trabajo, en las artes, escribiendo, criando a los hijos, cuidando de los mayores o mediante el compromiso social. Cuando uno siento que no contribuye puede aparecer un sentimiento de vacío, estancamiento vital o crisis de la mediana edad. Si se produce demasiado para los demás y no se tiene tiempo para uno mismo, también se puede uno estancar.

  8. Integridad del yo frente a desesperación. Finalmente, la última etapa aparece en la vejez, cuando el individuo reflexiona sobre su trayectoria vital: la aceptación de la propia historia y de las decisiones tomadas permite alcanzar una sensación de plenitud. Por el contrario, el arrepentimiento por oportunidades perdidas conducen a la desesperanza.

Como vemos, el enfoque de Erikson integra factores biológicos, psicológicos y sociales, y entiende la formación de la personalidad como un proceso dinámico de interacción continua entre el sujeto y su contexto cultural.


⚙️ 3. Teorías del aprendizaje

Las teorías del aprendizaje, especialmente las formuladas por los psicólogos conductistas, pusieron el acento en la influencia del ambiente como principal determinante de la conducta. Desde esta perspectiva, el comportamiento humano no se explica por impulsos internos o por el inconsciente, sino por el estudio de la conducta observable y los estímulos que se encuentran en el ambiente externo.

Los conductistas trataron de hacer de la psicología una ciencia objetiva y experimental. Concebían el aprendizaje como un proceso observable y medible, a través del cual las personas adquieren nuevas conductas mediante la repetición, la asociación y las consecuencias de sus actos.

Los conductistas sostenían que los refuerzos —positivos o negativos— son los mecanismos fundamentales del cambio conductual. Esto quiere decir que, cuando una acción va seguida de una consecuencia agradable, tiende a repetirse; mientras que, si genera un resultado aversivo, disminuye su probabilidad de ocurrencia. De este modo, el aprendizaje depende de la contingencia entre la conducta y sus consecuencias, más que de procesos mentales internos.

El enfoque conductista tuvo una influencia muy importante en la educación, al inspirar métodos de enseñanza basados en el refuerzo positivo y en la estructuración gradual del aprendizaje. No obstante, las teorías conductistas fueron criticadas por su visión reduccionista del ser humano porque ignoran algunos procesos mentales y emocionales internos, como la motivación, la cognición y la afectividad. Estas limitaciones abrieron paso, a partir de mediados del siglo XX, a nuevas corrientes que reivindicaron el estudio de los procesos cognitivos implicados en el aprendizaje y el desarrollo.


🧠 4. Teorías cognitivas

Entre las teorías cognitivas, destacó la obra de Jean Piaget (1896–1980). Este psicólogo suizo propuso que el conocimiento no se transmite pasivamente ni se adquiere por simple repetición, sino que se construye activamente a través de la interacción entre el individuo y su entorno. Este enfoque, conocido como constructivismo, concibe al niño como un ser activo que busca constantemente comprender, organizar y dar sentido a la realidad.

Piaget consideraba que el desarrollo cognitivo es un proceso progresivo y estructurado, mediante el que las capacidades mentales evolucionan hacia formas de pensamiento cada vez más complejas y abstractas. La teoría piagetiana propone que el desarrollo cognitivo surge de la interacción dinámica entre la maduración biológica y la experiencia. Por tanto, el aprendizaje no consiste en incorporar información del exterior, sino en asimilar y acomodar esa información dentro de las estructuras mentales ya existentes, ajustándolas cuando es necesario.


Etapas del desarrollo cognitivo (Piaget)

  1. Etapa sensoriomotora (0–2 años). El aprendizaje se basa en la experiencia sensorial y la manipulación física del entorno. Los bebés comienzan con reflejos innatos y gradualmente desarrollan esquemas más complejos de acción. El niño aprende a coordinar sus movimientos con la información sensorial y desarrolla nociones básicas como la permanencia del objeto (comprender que los objetos siguen existiendo aunque ya no estén a la vista).

  2. Etapa preoperacional (2–7 años). Aparece el pensamiento simbólico, que permite el uso del lenguaje y la imaginación. Sin embargo, el pensamiento del niño a esta edad sigue siendo egocéntrico, lo que significa que tiene dificultad para ver las cosas desde la perspectiva de otra persona. Todavía no comprenden conceptos como la conservación (por ejemplo, que la cantidad de líquido en un vaso no cambia aunque se vierta en un recipiente de forma diferente).

  3. Etapa de las operaciones concretas (7–11 años). El pensamiento se vuelve más lógico y organizado, aunque todavía está limitado a situaciones concretas. El niño adquiere habilidades, como el concepto de conservación y comienzan a entender la reversibilidad (por ejemplo, si 4 + 2 = 6, entonces 6 - 2 = 4). Son menos egocéntricos, pueden adoptar diferentes perspectivas y entienden mejor las relaciones de causa-efecto.

  4. Etapa de las operaciones formales (a partir de los 11–12 años). Surge el pensamiento abstracto y la capacidad de razonar sobre hipótesis y conceptos hipotéticos. Se desarrolla el razonamiento lógico y deductivo. Pueden pensar en términos de moralidad, justicia y metas a largo plazo. Esta etapa marca la madurez del pensamiento lógico y la base del razonamiento científico.

Este modelo permitió comprender las etapas del pensamiento infantil y permitió la adaptación de los métodos educativos a las capacidades cognitivas de cada edad. La obra de Piaget sirvió de punto de partida para numerosos investigadores posteriores, entre ellos Lev Vygotsky, quien compartiría la idea del aprendizaje activo, aunque introduciendo el papel central de la cultura y la interacción social.


🌍 5. Teoría sociocultural

El psicólogo ruso Lev S. Vygotsky (1896–1934) elaboró una teoría del desarrollo cognitivo centrada en la influencia del entorno social, el lenguaje y la cultura en la formación de la mente humana. En contraste con el enfoque individualista de Piaget, Vygotsky propuso que el desarrollo psicológico no puede entenderse sin considerar el contexto histórico y cultural en el que tiene lugar.

Según su planteamiento, las funciones mentales superiores —como el pensamiento abstracto, la memoria voluntaria o la autorregulación— se originan en la interacción social antes de internalizarse a nivel individual. Dicho de otro modo, el conocimiento y las capacidades cognitivas no surgen de manera espontánea dentro del sujeto, sino que se construyen socialmente a través de la comunicación y la cooperación con otros.

Vygotsky consideró que la herramienta más poderosa del desarrollo humano es el lenguaje. A través del lenguaje, el niño no solo se comunica con los demás, sino que organiza su pensamiento y regula su propia conducta. En los primeros años, los niños hablan para interactuar con sus cuidadores, pero con el tiempo el lenguaje se convierte en un instrumento de reflexión y planificación mental.

A pesar de su muerte prematura a los 37 años, la teoría de Vygotsky sentó las bases del constructivismo social y tuvo una enorme influencia en la educación contemporánea.


🧑‍🤝‍🧑 6. Teoría del apego

La teoría del apego, desarrollada a mediados del siglo XX por John Bowlby (1907–1990) y posteriormente ampliada por Mary Ainsworth (1913–1999), aportó una visión revolucionaria sobre la importancia de los vínculos afectivos tempranos en el desarrollo emocional y social del ser humano.

Bowlby, formado en psicoanálisis y etología, propuso que la tendencia del niño a establecer lazos estrechos con sus cuidadores tiene una base biológica y una función adaptativa: asegurar la protección, la supervivencia y el aprendizaje en un entorno potencialmente amenazante. Este vínculo primario no solo garantiza la seguridad física, sino que también sirve como base segura desde la cual el niño puede explorar el mundo y desarrollar su autonomía.

Mary Ainsworth, a través de sus estudios experimentales y observacionales, especialmente con la técnica de la Situación Extraña, identificó distintos patrones de apego:

  • Apego seguro, caracterizado por la confianza en la disponibilidad y el consuelo del cuidador.

  • Apego inseguro-evitativo, en el que el niño minimiza la expresión emocional ante la falta de respuesta o sensibilidad del adulto.

  • Apego inseguro-ambivalente o resistente, donde el niño muestra ansiedad y dificultad para calmarse incluso ante la presencia del cuidador.
    Investigaciones posteriores añadieron un cuarto tipo, el apego desorganizado, vinculado a experiencias de miedo o maltrato.

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