Ataque o crisis de ansiedad

DR. DAVID LÓPEZ GÓMEZ

PSIQUIATRA Y DIRECTOR DE MENTE A MENTE

Actualizado: 14 de julio de 2025

Ataque de ansiedad.

Los ataques de ansiedad son episodios de angustia extrema y repentina, que alcanzan su máxima intensidad en cuestión de minutos y que generan una incómoda sensación de pérdida de control. Estos episodios se caracterizan por la presencia de síntomas físicos, como sensación de falta de aire, palpitaciones, opresión en el pecho, mareo y miedo, ya sea a desmayarse, perder el control o incluso morir.

A pesar de lo alarmantes e intensas que son, los ataques de ansiedad no ponen en peligro la vida del paciente. Sin embargo, producen mucho sufrimiento y pueden comprometer la funcionalidad y calidad de vida de quienes las sufren. Cuando no se tratan adecuadamente, pueden complicarse con otros tipos de ansiedad, depresión mayor o consumo de sustancias.

El tratamiento de los ataques de ansiedad ofrece muy buenos resultados, logrando erradicarlos y disminuyendo su impacto en la vida del sujeto.

Qué es un ataque de ansiedad

Los términos “ataque de ansiedad”, “crisis de ansiedad”, “ataque de nervios” y “crisis nerviosa” son expresiones populares que, aunque transmiten diferentes matices emocionales y culturales, suelen utilizarse como sinónimos del término médico “ataque de pánico”. En este artículo emplearemos indistintamente ataque de ansiedad y crisis de ansiedad para referirnos a un ataque de pánico, que se puede definir como una experiencia de miedo o malestar intenso que comienza de forma súbita y alcanza su máxima intensidad en pocos minutos.

Los ataques de ansiedad se experimentan como episodios que combinan síntomas físicos, cognitivos y emocionales, como palpitaciones, dificultad para respirar, opresión torácica, sensación de irrealidad o miedo a perder el control y morir. Aunque pueden variar en frecuencia e intensidad, las crisis de ansiedad son relativamente comunes y, en la mayoría de los casos, no representan un peligro vital. Sin embargo, tras una primera crisis de ansiedad, es muy probable que los episodios se repitan en los días o semanas siguientes.

Cuando aparecen episodios recurrentes de ataques de ansiedad, surgen de forma inesperada y se acompañan de una preocupación continua por sufrir nuevas crisis, los psiquiatras hacemos el diagnóstico clínico de Trastorno de pánico.

Además de en el trastorno de pánico, los ataques de ansiedad también pueden aparecer de forma aislada en el contexto de otros trastornos, como las fobias específicas, los trastornos depresivos, el trastorno de estrés postraumático o en el trastorno por consumo de alcohol u otras drogas.

Los ataques de ansiedad aparecen de forma súbita y duran unos pocos minutos.

Diferencias entre crisis y ataque de ansiedad

Aunque en este artículo estamos utilizando indistintamente los términos de ataque de ansiedad y crisis de ansiedad, existen matices y connotaciones que los diferencian.

El término crisis de ansiedad es más amplio y general que el de ataque de ansiedad. Se suele emplear para describir episodios de ansiedad muy intensa, que generan un gran malestar físico y emocional, pero que no tienen por qué cumplir con los criterios clínicos de un ataque de pánico. Una crisis de ansiedad puede tener una duración muy variable, desde unos minutos (por ejemplo, mientras se presencia un atraco) hasta semanas (como durante un proceso de divorcio).

El término ataque de ansiedad, aunque no es un término académico oficial, suele emplearse como sinónimo de ataque de pánico. Los ataques de pánico (o ataques de ansiedad) sí están claramente definidos mediante unos criterios diagnósticos específicos que vamos a explicar a continuación.

¿Cómo es un ataque de ansiedad?

Un ataque de ansiedad se vive como una avalancha súbita de miedo o malestar intensos que suele durar pocos minutos y alcanza su máxima intensidad rápidamente. Para que entendamos la magnitud del malestar, muchas personas sienten el ataque de ansiedad como si fuera un ataque al corazón. Cuando esto sucede, se recomienda al paciente acudir a urgencias para poder realizar un electrocardiograma que descarte un infarto u otra emergencia cardiovascular y se confirme el diagnóstico de ataque de ansiedad.

Un episodio de ataque de ansiedad puede surgir repentinamente desde un estado de calma o desde un estado de ansiedad previa. Al finalizar la crisis de ansiedad, algunas personas regresan a su estado previo en un corto espacio de tiempo, como si nada hubiera pasado. Esta rápida recuperación suele suceder en personas que están muy acostumbradas a sufrir crisis de ansiedad y han aprendido a no alarmarse tras cada episodio.

Sin embargo, lo más común es que, después de la crisis de ansiedad, el sujeto mantenga un nivel moderado de ansiedad y preocupación. Si no se instaura un tratamiento adecuado, es posible que las crisis se repitan unos minutos después. La recurrencia o repetición de las crisis de ansiedad puede generar un círculo vicioso de ansiedad anticipatoria, donde el miedo a una nueva crisis contribuye a su aparición.

Es muy característico que las personas que han sufrido un ataque de ansiedad acudan a urgencias con frecuencia en cada episodio, ya que la vivencia de malestar es muy intensa. A pesar de las múltiples visitas al médico y las distintas pruebas realizadas, es habitual que el paciente mantenga un alto nivel de preocupación y quiera seguir descartando la posibilidad de padecer una enfermedad grave.

Además de desarrollar preocupaciones hipocondríacas, algunas personas experimentan vergüenza o miedo a ser juzgados negativamente por los demás, al creer que las crisis de ansiedad puedan considerarse un signo de “debilidad mental”. También es frecuente la preocupación por perder el sentido de realidad y de autocontrol. No es infrecuente que los pacientes me digan “creían que me moría” o “creía que me estaba volviendo loco”.

El miedo a una nueva crisis puede favorecer su recurrencia y alimentar un círculo vicioso.

Síntomas de un ataque de ansiedad

Los ataques de ansiedad se pueden manifestar de forma muy variable de una persona a otra. Incluso, en una misma persona, el número y tipo de síntomas puede diferir de un episodio a otro. Normalmente, en un episodio no se exhiben todos los síntomas, pero al menos deben reunirse cuatro para considerarse un ataque de ansiedad completo. A continuación, vamos a enumerar cuáles son los síntomas de un ataque de ansiedad, que pueden ser físicos, cognitivos, emocionales y conductuales:

  • Aceleración del pulso o sensación de palpitaciones (el corazón late más deprisa y con más fuerza).

  • Sensación de ahogo o dificultad para respirar (puede simular o confundirse con un ataque de asma).

  • Opresión o dolor en el pecho (puede parecer un infarto al corazón).

  • Sudoración.

  • Temblor.

  • Llorar o gritar incontrolablemente.

  • Ganas de vomitar (náuseas) o molestias gastrointestinales.

  • Sensación de mucho calor o escalofríos.

  • Mareo, aturdimiento o sensación de desmayo.

  • Hormigueo en las manos o en la cara.

  • Sensación de irrealidad (desrealización) o verse en tercera persona, como desde fuera (despersonalización).

  • Miedo a “volverse loco” o a perder el control.

  • Miedo a morir de forma inminente.

 
Síntomas de un ataque de ansiedad.
 

Cuánto dura un ataque de ansiedad

Los ataques de ansiedad son episodios breves, de comienzo brusco y duración corta. Estos episodios suelen ser autolimitados, es decir, que desaparecen gradualmente a lo largo de minutos o unas pocas horas, incluso sin tratamiento. Por término medio, un ataque de ansiedad dura unos 10 a 45 minutos, aunque algunos síntomas pueden persistir más tiempo.

Después del ataque de ansiedad: conductas de evitación

Es habitual que las personas que han sufrido uno o varios episodios repentinos ansiedad los relacionen con el lugar o actividad concreta de ese momento. Por ejemplo, algunas personas sufren su primera crisis de ansiedad en el transporte público o en una sala de cine. A partir de entonces, tienden a evitar estos lugares por miedo a que pueda repetirse el episodio. Este comportamiento lo denominamos conducta de evitación.

Además, la incertidumbre de no saber cuándo tendrán la próxima crisis de ansiedad lleva a muchas personas a vivir la espera en estado de alerta, con una constante preocupación por volver a experimentar un ataque que puede surgir “de la nada”. Este temor favorece la aparición de una nueva conducta de evitación: no querer quedarse a solas. Ya que les proporciona seguridad sentirse acompañados por personas de confianza que les puedan ayudar o llevar al hospital si sufren una nueva crisis. Por el contrario, quienes viven solos tienden a quedarse en casa cerca de un teléfono y a evitar lugares sin cobertura por si tuvieran que pedir auxilio.

Las conductas de evitación se consideran conductas desadaptativas (o maladaptativas), ya que limitan la libertad y autonomía tanto del paciente como de su entorno familiar. En algunos casos, estas conductas pueden llegar a condicionar la vida del individuo y resultar más incapacitantes que los propios episodios de ansiedad. He atendido a pacientes que estaban tan aterrorizados de sufrir un nuevo ataque que pernoctaban en la sala de espera de urgencias para poder pedir auxilio a tiempo si volvían a encontrarse mal. Con el tiempo, estas conductas desadaptativas pueden favorecer el desarrollo de una agorafobia o incluso de un trastorno depresivo asociado.

También es importante explicar que las conductas de evitación no son exclusivas de los ataques de ansiedad y pueden aparecer asociadas a otros trastornos. Por ejemplo, las personas con trastorno obsesivo-compulsivo que presenten obsesiones de contaminación evitarán tocar objetos que consideren “sucios” o contaminados. Quienes padezcan agorafobia evitarán lugares donde tengan dificultades para escapar o pedir ayuda les resulte embarazoso. Las personas con fobia a las alturas (acrofobia) evitarán subirse a escaleras o pisos elevados…

¿Cómo diferenciar un ataque de ansiedad del estrés y la ansiedad?

El estrés y la ansiedad se diferencian del ataque de ansiedad en la intensidad de los síntomas, en la rapidez con la que aparecen y en el desencadenante.

El estrés se considera una respuesta de adaptación del organismo a las demandas externas concretas, como una sobrecarga laboral, conflictos personales o preocupaciones económicas. Aunque puede ser muy incómodo y afectar al bienestar emocional, no se considera una enfermedad, sino una reacción normal, esperable y circunstancial ante las dificultades de la vida cotidiana.

La ansiedad es una emoción normal que tampoco es patológica en sí misma, pero que cuando se vuelve persistente, intensa y difícil de controlar puede transformarse en un trastorno de ansiedad generalizada (TAG). La característica principal del TAG es la presencia de un estado de ansiedad continua y preocupación excesiva y desproporcionada acerca de múltiples acontecimientos o actividades de la vida diaria. Al contrario que el estrés, la ansiedad del TAG no se considera normal ni esperable y puede aparecer sin una causa externa clara.

Por último, los ataques de ansiedad aparecen súbitamente y alcanzan su pico máximo en cuestión de minutos, mientras que el estrés y la ansiedad son más estables en el tiempo y sus fluctuaciones son más lentas. El TAG es un trastorno que puede acompañar a una persona muchos años, mientras que las crisis de ansiedad suelen aparecer en momentos concretos y, aunque pueden repetirse, suelen limitarse a un periodo de meses. Ambos diagnósticos no son excluyentes, ya que es frecuente que las personas con un TAG sufran ataques de ansiedad. La buena noticia es que ambos trastornos son tratables.

Tipos de ataques de ansiedad

1. Ataque de ansiedad durmiendo

Los ataques de ansiedad nocturnos durante el sueño son más frecuentes de lo que pueda creerse. Consisten en despertarse súbitamente en mitad de la noche en un estado de pánico intenso acompañado de síntomas característicos: taquicardia, sudoración, sensación de ahogo o miedo a perder el control o morir.

Los ataques de ansiedad durmiendo son distintos de las pesadillas. Las pesadillas implican experimentar un sueño vívido y angustiante que, al recordarlo, puede producir una crisis de ansiedad. Por el contrario, las crisis de ansiedad nocturnas despiertan al individuo sin motivo aparente y sin recordar haber sufrido un mal sueño.

2. Ataques de ansiedad en el ámbito laboral

Cuando las crisis de ansiedad ocurren en el medio laboral no suelen considerarse un accidente laboral, aunque hay excepciones. Las crisis de ansiedad se consideran accidente laboral si se puede demostrar que están relacionadas con una situación de peligro físico real sucedido en el trabajo o aparecen como consecuencia de una agresión laboral o mobbing (acoso laboral). Para poder demostrarlo es necesario un parte médico de lesiones, un informe del servicio de salud laboral o de prevención de riesgos laborales y, en última instancia, un informe pericial psiquiátrico.

3. Ataques de ansiedad conduciendo

Algunas personas experimentan ataques de ansiedad mientras conducen un vehículo, al circular por autopistas a alta velocidad o por haber sufrido o haber sido testigo previamente de un accidente de tráfico. En estos casos, es muy frecuente que la persona evite conducir por determinados lugares (autopistas, vías de doble sentido, rotondas, etc.). Además del tratamiento habitual de las crisis de ansiedad, suele ser de ayuda conducir junto a otro conductor experimentado y que transmita confianza, aunque lo idóneo es que sea un coche de autoescuela con doble pedal y espejo retrovisor, guiado por un profesor de autoescuela sensibilizado con la amaxofobia (o fobia a conducir).

4. Ataques de ansiedad en transporte público

En otras ocasiones, las crisis de ansiedad aparecen en medios de transporte público, que reúnen varias condiciones fóbicas: lugares concurridos y cerrados, falta de aire fresco, dificultad para pedir auxilio sin que resulte embarazoso o imposibilidad de acceder a atención sanitaria (por ejemplo, durante un vuelo comercial).

5. El ataque de nervios

El ataque de nervios se considera un síndrome cultural asociado al ataque de ansiedad. Es común en los países latinoamericanos y suele presentarse con unos síntomas característicos: temblores, gritos, llanto incontrolable, comportamiento agresivo hacia los demás o hacia uno mismo y síntomas disociativos de despersonalización o desrealización. Se suele originar por una discusión con otra persona y cada episodio puede tener una duración un poco más larga que las crisis de ansiedad habituales.

 
Ataque de nervios.
 

Causas de los ataques de ansiedad

La gran mayoría de las personas relacionan sus ataques de ansiedad con situaciones de estrés recientes, como problemas personales, familiares, laborales, económicos o de salud.

El consumo de drogas también puede precipitar un ataque de ansiedad. Las sustancias estimulantes (como cafeína a dosis altas, cocaína y anfetaminas), los alucinógenos y el cannabis pueden inducir ataques de ansiedad cuando se consumen. Por otra parte, el síndrome de abstinencia de sustancias depresoras (como el alcohol, los opiáceos, los barbitúricos y las benzodiacepinas) puede provocar crisis de ansiedad.

Asimismo, entre las diferentes causas que pueden provocar un ataque de pánico, encontramos: tabaquismo, abuso infantil, condiciones médicas subyacentes (enfermedades respiratorias y cardiacas, como las arritmias y el asma, o enfermedades endocrino-metabólicas, como el hipertiroidismo y el feocromocitoma), algunos medicamentos (como los que se utilizan en el asma y los corticoides) y predisposición genética (antecedentes familiares de ansiedad, depresión y trastorno bipolar).

¿Por qué dan los ataques de ansiedad?

Existen distintos modelos para explicar los ataques de ansiedad. Uno de los más sencillos y clarificadores las describe como el resultado de una predisposición genética a la ansiedad combinada con un mal funcionamiento del sistema de alarma frente al estrés.

Desde nuestros orígenes, para asegurar nuestra supervivencia los seres vivos contamos con mecanismos de defensa innatos que se ponen en marcha cuando percibimos una situación de riesgo. Llamamos sistema de alarma al sensor que se activa al percibir el peligro y que produce tres tipos de respuesta: lucha, huida y parálisis (en ingles “las tres F”: fight, flight y freeze).

 
Ansiedad, lucha y huida.
 

La activación del sistema nervioso simpático provoca que el corazón lata más deprisa, se acelere la respiración, se tensen los músculos y entremos en un estado de hiperalerta. Estos cambios nos preparan para reaccionar con rapidez ante un peligro, especialmente mediante la lucha o la huida.

Pero, ¿qué ocurre cuando este sistema de alarma se activa erróneamente o alerta de una señal de peligro desproporcionada? En estos casos, el cuerpo puede interpretar una situación inofensiva como si fuera una emergencia. Esta “falsa alarma” del sistema de defensa es lo que conocemos como un ataque de ansiedad.

Tratamiento de los ataques de ansiedad

El tratamiento de las crisis de ansiedad comienza con un diagnóstico correcto. El diagnóstico de las crisis de ansiedad es por exclusión. Esto es, deben descartarse (o excluirse) otras causas: intoxicaciones, síndromes de abstinencia, efectos secundarios de medicamentos, enfermedades médicas u otros trastornos psiquiátricos.

El médico de familia o de urgencias es el encargado de descartar una causa física, generalmente mediante una entrevista clínica, exploración física, medición de constantes vitales, electrocardiograma, analítica general y respuesta a los ansiolíticos.

Una vez descartada una causa no-psiquiátrica, el tratamiento de los ataques de ansiedad tiene dos objetivos:

  1. Paliar o atenuar los síntomas en el momento de la crisis de ansiedad.

  2. Prevenir o evitar la aparición de una nueva crisis de ansiedad.

Sin duda, el objetivo más importante es prevenir o evitar la aparición de futuras crisis de ansiedad. Tratar de forma aislada un ataque de ansiedad puede producir un alivio momentáneo, pero no es suficiente. En cambio, lograr evitar que aparezcan nuevos episodios de ataques de ansiedad permite restablecer la normalidad en la vida de la persona, ayudándole a recuperar la confianza y a retomar aquellas actividades que había estado evitando durante el periodo en el que sufrió las crisis.

A continuación vamos a explicar en qué consiste cada uno de los tratamientos.

¿Cómo controlar un ataque de ansiedad?

Ante una crisis de ansiedad o ataque de pánico, lo más importante es recordar que, aunque los síntomas son intensos y angustiantes, no comprometen la vida de una persona.

Si estás teniendo tú el ataque de ansiedad es muy importante que te recuerdes mentalmente que estás ante una crisis de ansiedad y que va a pasar. Recordemos que las crisis de ansiedad son autolimitadas y duran habitualmente unos pocos minutos. Te puede ayudar seguir estas recomendaciones:

  1. No luches contra la crisis de ansiedad.

  2. Muévete a un lugar tranquilo y con aire fresco.

  3. Evita hiperventilar (respirar rápido y superficialmente).

  4. Respira lento y profundo (4-2-6): inhala por la nariz en 4 segundos, retén el aire 2 segundos y exhala por la boca en 6 segundos.

  5. Las técnicas de grounding te pueden ayudar: descálzate y siente el suelo con los pies, aprecia su textura y concéntrate en pensar en el aquí y ahora.

  6. Refréscate la cara, cuello y nuca con agua fría.

 
Tratamiento de los ataques de ansiedad.

No dejes que las crisis de ansiedad te paralicen. Existen tratamientos muy seguros y eficaces. Busca ayuda profesional.

 

Cómo ayudar a alguien que está sufriendo un ataque de ansiedad

¿Qué hacer si otra persona sufre un ataque de ansiedad?

  1. Ante la duda de lo que le pueda estar sucediendo, llama al teléfono de emergencias (112). Esto es especialmente importante si no se resuelve el malestar, se desmaya o le duele el pecho.

  2. Intenta mantener la calma, recuerda que lo esperable es que dure unos pocos minutos y se resuelva espontáneamente.

  3. Quédate junto a la persona.

  4. Respeta su espacio vital.

  5. Háblale tranquilamente.

  6. Anímale a respirar lentamente contigo (como hemos explicado anteriormente).

  7. Sin insistir y sin forzar, intenta que te mire a los ojos, esto podría favorecer que traer a la persona al aquí y ahora.

  8. Evita minimizar su sufrimiento con frases tales como “No es para tanto” o “No hay motivos para ponerse así”.

  9. No alimentes su miedo preguntándole “Pero, ¿te encuentras tan mal?”.

  10. Pregúntale si tiene alguna medicación para estos casos. No le des una medicación si no se la ha prescrito previamente un médico.

Medicación para el momento del ataque de ansiedad

Cuando estas recomendaciones no son suficientes, puedes tomar la medicación que te haya indicado tu médico. Si no te han prescrito ninguna medicación, no la tomes por tu cuenta. Lo habitual es que se prescriban benzodiacepinas, como el lorazepam (Orfidal ®), el clonazepam (Rivotril ®), el alprazolam (Trankimazin ®) o el diazepam (Valium ®).

Las benzodiacepinas en los ataques de ansiedad actúan reduciendo el nivel de ansiedad de forma relativamente rápida. Sin embargo, en muchas ocasiones no es lo suficientemente rápido como para actuar antes de que la crisis de ansiedad se extinga de forma natural. Recordemos que una crisis de ansiedad suele durar entre 10 y 45 minutos, y el inicio de acción de las benzodiacepinas aparece 20 o 30 minutos después de administración. Por tanto, aunque lo ideal sería tomarlas al aparecer los primeros síntomas, es probable que, cuando empiecen a hacer efecto, la crisis de ansiedad ya haya remitido. Lo que sí consiguen las benzodiacepinas es llevar al paciente a un estado de calma y evitar que las crisis de ansiedad se sucedan.

El tratamiento de los ataques de ansiedad con benzodiacepinas es insuficiente, pues tratar una crisis de ansiedad no evita que en los días siguientes aparezcan otras. El objetivo último del tratamiento de las crisis de ansiedad es su erradicación, es decir, que no vuelvan a aparecer.

Cómo evitar futuros ataques de pánico

Como hemos explicado anteriormente, cuando una persona sufre un ataque de ansiedad, es habitual que las crisis de ansiedad se sucedan. Estas crisis de ansiedad recurrentes generan una gran limitación funcional a la personas que las sufre y provoca conductas de evitación muy incapacitantes. Por este motivo, el tratamiento de los ataques de pánico no se limita exclusivamente a paliar la intensidad de los síntomas como si de un dolor se tratara, sino que debe abordar la causa subyacente para evitar que las crisis de ansiedad se repitan.

Tanto la psicoterapia como el tratamiento farmacológico pueden prevenir la aparición de nuevas crisis de ansiedad. Estas dos modalidades de tratamiento no son excluyentes, sino que son complementarias y pueden actuar de forma sinérgica. La medicación puede ser muy eficaz para reducir la probabilidad de futuros ataques de ansiedad, mientras que la psicoterapia ayuda a la persona a resolver las conductas de evitación desadaptativas, y recuperar la confianza y normalidad del día a día.

Hemos comentado que las benzodiacepinas se utilizan como tratamiento sintomático de las crisis de ansiedad; sin embargo, no previenen la aparición de nuevas crisis. Para prevenir nuevos ataques de pánico se utilizan los antidepresivos principalmente. Los antidepresivos son un grupo de psicofármacos muy polivalentes que, además del obvio efecto antidepresivo, poseen un importante efecto ansiolítico y antiobsesivo. En concreto, los antidepresivos ayudan a reducir la frecuencia y la intensidad de los ataques de ansiedad, espaciando los episodios hasta lograr su desaparición.

Los antidepresivos más utilizados para tratar los ataques de pánico son: Paroxetina, Fluoxetina, Sertralina, Escitalopram y Citalopram. Estos antidepresivos, pertenecientes a la familia de los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) y presentan una eficacia muy similar entre sí. Además, estos fármacos tienen una limitación común: requieren entre tres y cuatro semanas para comenzar a hacer efecto. Aún así, por lo general, este efecto aparece antes que con la psicoterapia, que suele ser más lenta en actuar, aunque su efecto a largo plazo es más duradero y estable.

 
Psiquiatra especialista en ataques de ansiedad y crisis de ansiedad.

Psiquiatra especialista en ataques de ansiedad