Ataque o crisis de ansiedad
PSIQUIATRA Y DIRECTOR DE MENTE A MENTE
Actualizado: 14 de julio de 2025
Los ataques de ansiedad son episodios de angustia extrema y repentina, que alcanzan su máxima intensidad en cuestión de minutos y que generan una incómoda sensación de pérdida de control. Estos episodios se caracterizan por la presencia de síntomas físicos, como sensación de falta de aire, palpitaciones, opresión en el pecho, mareo y miedo, ya sea a desmayarse, perder el control o incluso morir.
A pesar de lo alarmantes e intensas que son, los ataques de ansiedad no ponen en peligro la vida del paciente. Sin embargo, producen mucho sufrimiento y pueden comprometer la funcionalidad y calidad de vida de quienes las sufren. Cuando no se tratan adecuadamente, pueden complicarse con otros tipos de ansiedad, depresión mayor o consumo de sustancias.
El tratamiento de los ataques de ansiedad ofrece muy buenos resultados, logrando erradicarlos y disminuyendo su impacto en la vida del sujeto.
Qué es un ataque de ansiedad
Los términos “ataque de ansiedad”, “crisis de ansiedad”, “ataque de nervios” y “crisis nerviosa” son expresiones populares que, aunque transmiten diferentes matices emocionales y culturales, suelen utilizarse como sinónimos del término médico “ataque de pánico”. En este artículo emplearemos indistintamente ataque de ansiedad y crisis de ansiedad para referirnos a un ataque de pánico, que se puede definir como una experiencia de miedo o malestar intenso que comienza de forma súbita y alcanza su máxima intensidad en pocos minutos.
Los ataques de ansiedad se experimentan como episodios que combinan síntomas físicos, cognitivos y emocionales, como palpitaciones, dificultad para respirar, opresión torácica, sensación de irrealidad o miedo a perder el control y morir. Aunque pueden variar en frecuencia e intensidad, las crisis de ansiedad son relativamente comunes y, en la mayoría de los casos, no representan un peligro vital. Sin embargo, tras una primera crisis de ansiedad, es muy probable que los episodios se repitan en los días o semanas siguientes.
Cuando aparecen episodios recurrentes de ataques de ansiedad, surgen de forma inesperada y se acompañan de una preocupación continua por sufrir nuevas crisis, los psiquiatras hacemos el diagnóstico clínico de Trastorno de pánico.
Además de en el trastorno de pánico, los ataques de ansiedad también pueden aparecer de forma aislada en el contexto de otros trastornos, como las fobias específicas, los trastornos depresivos, el trastorno de estrés postraumático o en el trastorno por consumo de alcohol u otras drogas.
“Los ataques de ansiedad aparecen de forma súbita y duran unos pocos minutos.”
Diferencias entre crisis y ataque de ansiedad
Aunque en este artículo estamos utilizando indistintamente los términos de ataque de ansiedad y crisis de ansiedad, existen matices y connotaciones que los diferencian.
El término crisis de ansiedad es más amplio y general que el de ataque de ansiedad. Se suele emplear para describir episodios de ansiedad muy intensa, que generan un gran malestar físico y emocional, pero que no tienen por qué cumplir con los criterios clínicos de un ataque de pánico. Una crisis de ansiedad puede tener una duración muy variable, desde unos minutos (por ejemplo, mientras se presencia un atraco) hasta semanas (como durante un proceso de divorcio).
El término ataque de ansiedad, aunque no es un término académico oficial, suele emplearse como sinónimo de ataque de pánico. Los ataques de pánico (o ataques de ansiedad) sí están claramente definidos mediante unos criterios diagnósticos específicos que vamos a explicar a continuación.
¿Cómo es un ataque de ansiedad?
Un ataque de ansiedad se vive como una avalancha súbita de miedo o malestar intensos que suele durar pocos minutos y alcanza su máxima intensidad rápidamente. Para que entendamos la magnitud del malestar, muchas personas sienten el ataque de ansiedad como si fuera un ataque al corazón. Cuando esto sucede, se recomienda al paciente acudir a urgencias para poder realizar un electrocardiograma que descarte un infarto u otra emergencia cardiovascular y se confirme el diagnóstico de ataque de ansiedad.
Un episodio de ataque de ansiedad puede surgir repentinamente desde un estado de calma o desde un estado de ansiedad previa. Al finalizar la crisis de ansiedad, algunas personas regresan a su estado previo en un corto espacio de tiempo, como si nada hubiera pasado. Esta rápida recuperación suele suceder en personas que están muy acostumbradas a sufrir crisis de ansiedad y han aprendido a no alarmarse tras cada episodio.
Sin embargo, lo más común es que, después de la crisis de ansiedad, el sujeto mantenga un nivel moderado de ansiedad y preocupación. Si no se instaura un tratamiento adecuado, es posible que las crisis se repitan unos minutos después. La recurrencia o repetición de las crisis de ansiedad puede generar un círculo vicioso de ansiedad anticipatoria, donde el miedo a una nueva crisis contribuye a su aparición.
Es muy característico que las personas que han sufrido un ataque de ansiedad acudan a urgencias con frecuencia en cada episodio, ya que la vivencia de malestar es muy intensa. A pesar de las múltiples visitas al médico y las distintas pruebas realizadas, es habitual que el paciente mantenga un alto nivel de preocupación y quiera seguir descartando la posibilidad de padecer una enfermedad grave.
Además de desarrollar preocupaciones hipocondríacas, algunas personas experimentan vergüenza o miedo a ser juzgados negativamente por los demás, al creer que las crisis de ansiedad puedan considerarse un signo de “debilidad mental”. También es frecuente la preocupación por perder el sentido de realidad y de autocontrol. No es infrecuente que los pacientes me digan “creían que me moría” o “creía que me estaba volviendo loco”.
“El miedo a una nueva crisis puede favorecer su recurrencia y alimentar un círculo vicioso.”
Síntomas de un ataque de ansiedad
Los ataques de ansiedad se pueden manifestar de forma muy variable de una persona a otra. Incluso, en una misma persona, el número y tipo de síntomas puede diferir de un episodio a otro. Normalmente, en un episodio no se exhiben todos los síntomas, pero al menos deben reunirse cuatro para considerarse un ataque de ansiedad completo. A continuación, vamos a enumerar cuáles son los síntomas físicos de un ataque de ansiedad:
Aceleración del pulso o sensación de palpitaciones (el corazón late más deprisa y con más fuerza).
Sensación de ahogo o dificultad para respirar (puede simular o confundirse con un ataque de asma).
Opresión o dolor en el pecho (puede parecer un infarto al corazón).
Sudoración.
Temblor.
Llorar o gritar incontrolablemente.
Ganas de vomitar (náuseas) o molestias gastrointestinales.
Sensación de mucho calor o escalofríos.
Mareo, aturdimiento o sensación de desmayo.
Hormigueo en las manos o en la cara.
Sensación de irrealidad (desrealización) o verse en tercera persona, como desde fuera (despersonalización).
Miedo a “volverse loco” o a perder el control.
Miedo a morir de forma inminente.
Con esta descripción de los síntomas, cualquier persona, incluso alguien que nunca haya sufrido antes un ataque de ansiedad, puede imaginar lo angustiante que puede ser. Después de experimentar varios episodios repentinos de ansiedad, o incluso tras el primero, es habitual que la persona desarrolle un miedo persistente a que vuelvan a ocurrir y a sus consecuencias. Esta preocupación suele acompañarse de cambios en el comportamiento (conductas de evitación) o en los hábitos cotidianos en un intento de evitar la aparición de nuevas crisis.
Cuánto dura un ataque de ansiedad
Los ataques de ansiedad son episodios breves, de comienzo brusco y duración corta. Estos episodios suelen ser autolimitados, es decir, que desaparecen gradualmente a lo largo de minutos o unas pocas horas, incluso sin tratamiento. Por término medio, un ataque de ansiedad dura unos 10 a 45 minutos, aunque podría durar algunas horas.
Después del ataque de ansiedad
Algunos ataques de ansiedad aparecen de forma puntual ante una situación estresante identificable. Aun siendo así, es común que las crisis de ansiedad sean recurrentes y se repitan en cualquier otro momento o lugar.
El no saber cuándo vas a tener la próxima crisis de ansiedad hace que muchas personas esperen con inquietud el próximo ataque, que puede aparecer “de la nada”. Por este motivo, les da tranquilidad estar acompañados de personas de confianza o quedarse en casa, donde sufrir una crisis de pánico sería menos embarazoso y más fácil pedir ayuda. Estas conductas suponen una mala adaptación, ya que limitan la libertad y autonomía del paciente y su familia. El extremo de estas conductas desadaptativas sería mantenerse cerca de un hospital, para poder acudir a urgencias en el momento de volver a notar algún síntoma.
Después del ataque de ansiedad: conductas de evitación
Es habitual que las personas que han sufrido uno o varios ataques de ansiedad los relacionen con el lugar o actividad concreta de ese momento. Por ejemplo, algunas personas sufren su primera crisis de ansiedad en el transporte público o en una sala de cine. A partir de entonces, tienden a evitar estos lugares por miedo a que puedan precipitar una nueva crisis de ansiedad. Este comportamiento lo denominamos conducta de evitación.
Además, el hecho de no saber cuándo tendrán la próxima crisis de ansiedad hace que muchas personas esperen con inquietud el próximo ataque, que puede aparecer “de la nada”. Este temor conlleva una nueva conducta de evitación: no querer quedarse solos. Ya que les tranquiliza sentirse acompañados por personas de confianza que les puedan ayudar o llevar al hospital en caso de una nueva crisis. Por el contrario, las personas que viven solas pueden preferir quedarse en casa cerca de un teléfono desde el que pedir ayuda y evitar lugares donde no haya cobertura o resulte embarazoso sufrir una crisis.
Las conductas de evitación se consideran conductas desadaptativas o maladaptativas, ya que limitan la libertad y autonomía tanto del paciente como de su entorno familiar. En algunos casos, estas conductas pueden llegar a condicionar la vida del individuo y resultar más incapacitantes que los propios episodios de ansiedad. He atendido a pacientes que estaban tan aterrorizados de sufrir un nuevo ataque que pernoctaban en la sala de espera de urgencias para poder pedir auxilio a tiempo si volvían a encontrarse mal. Con el tiempo, estas conductas desadaptativas pueden favorecer el desarrollo de una agorafobia o incluso de un trastorno depresivo asociado.
También es importante explicar que las conductas de evitación no son exclusivas de los ataques de ansiedad y pueden aparecer asociadas a otros trastornos. Por ejemplo, las personas con trastorno obsesivo-compulsivo que presenten obsesiones de contaminación evitarán tocar objetos que consideren “sucios” o contaminados. Quienes padezcan agorafobia evitarán lugares donde tengan dificultades para escapar o pedir ayuda les resulte embarazoso. Las personas con fobia a las alturas evitarán subirse a escaleras o pisos elevados…
¿Cómo diferenciar un ataque de ansiedad de la ansiedad normal?
El ataque de ansiedad se diferencia de la ansiedad en que, en el primero, la intensidad de los síntomas es mucho mayor y el tiempo de instauración es muy breve. Un ataque de ansiedad alcanza su pico máximo de intensidad en pocos minutos; mientras que, la ansiedad normal es mucho más estable en el tiempo y sus fluctuaciones son más lentas.
Para referirnos a una ansiedad menos intensa y fluctuante en el tiempo contamos con el diagnóstico clínico de Trastorno de ansiedad generalizada (TAG). Aunque, en el TAG también pueden aparecer ataques de ansiedad, su característica principal es la presencia de un estado continuo de ansiedad y preocupación excesiva y desproporcionada acerca de múltiples acontecimientos o actividades de la vida diaria.
El TAG es un trastorno que puede acompañar a una persona muchos años, llegando a confundirse con una forma de ser. Sin embargo, en realidad se trata de una condición patológica y tratable. Por el contrario, las crisis de ansiedad suelen aparecer en momentos concretos y, aunque pueden repetirse, suelen limitarse a un periodo de meses.
Tipos de ataques de ansiedad
1. Ataque de ansiedad durmiendo
Los ataques de ansiedad nocturnos durante el sueño son muy característicos del trastorno de pánico. Consiste en despertarse súbitamente en un estado de pánico intenso acompañado de síntomas característicos: taquicardia, sensación de ahogo o miedo a perder el control. El conocimiento de las crisis de ansiedad en sueños permite diferenciarlas de las pesadillas, en las que el ataque de ansiedad puede aparecer después de despertarse totalmente del sueño.
2. Ataques de ansiedad en el ámbito laboral
La mayoría de las personas que sufren ataques de ansiedad sufren estos episodios en momentos y lugares inesperados. Sin embargo, es cierto que puede ser más frecuente que aparezcan en el trabajo, transporte público, conduciendo, lugares mal ventilados o sitios muy concurridos.
Cuando las crisis de ansiedad ocurren en el medio laboral no suelen considerarse un accidente laboral, aunque hay excepciones. Las crisis de ansiedad que se consideran accidente laboral son las que se puede demostrar que están relacionadas con una situación de peligro físico real sucedido en el trabajo o las que aparecen como consecuencia de una agresión laboral o mobbing (acoso laboral). Para poder demostrarlo es necesario un parte médico de lesiones, un informe del servicio de salud laboral o de prevención de riesgos laborales y, en última instancia, un informe pericial psiquiátrico.
3. Ataques de ansiedad conduciendo
Algunas personas experimentan ataques de ansiedad mientras conducen un vehículo, con frecuencia por autopistas a las que se circula a alta velocidad. Pueden estar precipitados por haber sufrido o haber sido testigo previamente de un accidente de circulación. En estos casos, es muy frecuente que la persona evite conducir por determinados lugares (autopistas, vías de doble sentido, rotondas, etc.). Además del tratamiento habitual de las crisis de ansiedad, estas personas pueden beneficiarse de volver a practicar algunas clases un profesor de autoescuela sensibilizado con la amaxofobia (o fobia a conducir). También suele ser de ayuda conducir junto a otro conductor experimentado y que transmita confianza, aunque lo más recomendable es que sea un coche de autoescuela con doble pedal y espejo retrovisor.
4. Ataques de ansiedad en transporte público
En otras ocasiones, las crisis de ansiedad aparecen en medios de transporte público, que reúnen varias condiciones fóbicas: lugares concurridos y cerrados, falta de aire fresco, dificultad para pedir auxilio sin que resulte embarazoso o imposibilidad de acceder a atención sanitaria (por ejemplo, durante un vuelo comercial).
5. El ataque de nervios
El ataque de nervios se considera un síndrome cultural asociado al ataque de ansiedad. Es común en los países latinoamericanos y suele presentarse con unos síntomas característicos: temblores, gritos, llanto incontrolable, comportamiento agresivo hacia los demás o hacia uno mismo y síntomas disociativos de despersonalización o desrealización. Se suele originar por una discusión con otra persona y cada episodio puede tener una duración un poco más larga que las crisis de ansiedad habituales.
Causas de los ataques de ansiedad
La gran mayoría de las personas relacionan sus ataques de ansiedad con situaciones de estrés recientes, como problemas personales, familiares, laborales, económicos o de salud. El consumo de drogas también puede precipitar un ataque de ansiedad, tanto por su efecto directo como por los síntomas de abstinencia. Por ejemplo, es frecuente que el consumo de sustancias como cocaína, anfetaminas, cannabis y alucinógenos causen crisis de ansiedad. Al igual que pueden ocurrir durante un síndrome de abstinencia a sustancias depresoras como el alcohol, los opiáceos o las benzodiacepinas.
Las benzodiacepinas son un grupo de medicamentos utilizados para tratar la ansiedad y el insomnio, que incluyen fármacos tan conocidos como Lexatin, Orfidal, Lorazapem y Diazepam. Los ansiolíticos de la familia de las benzodiacepinas tienen el inconveniente de que, si se retiran bruscamente después de un tratamiento prolongado, pueden producir un síndrome de abstinencia. Este síndrome de abstinencia puede incluir la aparición de crisis de ansiedad. Por este motivo, cuando se retira un tratamiento con una benzodiacepina, es importante consultar con un especialista que pueda ayudar a diferenciar entre una recaída de los ataques de ansiedad y un síndrome de abstinencia. Por último y aunque es poco conocido, fumar es un factor de riesgo para los ataques de ansiedad.
No solo las situaciones estresantes recientes influyen en las crisis de ansiedad, también se ha observado que las personas que han sufrido abuso infantil presentan un mayor riesgo de experimentar ataques de ansiedad tanto en la adolescencia como en la edad adulta.
Aunque es mucho menos frecuente, las crisis de ansiedad pueden aparecer como síntomas de otra condición médica subyacente. En estos casos, suelen presentarse en el contexto de enfermedades que afectan al ritmo cardiaco o a la respiración, como las arritmias y el asma. También pueden aparecer en enfermedades endocrino-metabólicas que aceleran el metabolismo, como el hipertiroidismo y el feocromocitoma (este último mucho menos frecuente).
Por último, debemos recordar que puede existir una predisposición genética a sufrir crisis de ansiedad. Por tanto, los hijos de personas con ansiedad, depresión y trastorno bipolar tienen más riesgo de desarrollar ataques de ansiedad. Este hecho no debe preocuparnos, ya que prácticamente todas las personas tenemos algún familiar con alguno de estos diagnósticos y no todos vamos a sufrir ataques de ansiedad.
¿Por qué dan los ataques de ansiedad?
Existen distintos modelos para explicar las crisis de ansiedad. Uno de los que me parece más sencillo y clarificador es aquel que las describe como el resultado de una predisposición genética a la ansiedad combinada con un mal funcionamiento del sistema de alarma frente al estrés.
Los seres vivos contamos con mecanismos de defensa innatos que se ponen en marcha cuando percibimos una situación de riesgo. Llamamos sistema de alarma al sensor que se activa al percibir el peligro y que produce tres tipos de respuesta: lucha, huida y parálisis (en ingles “las tres F”: fight, flight y freeze). La activación del sistema de alarma desencadena una respuesta automática del sistema nervioso simpático, que prepara al cuerpo para afrontar la amenaza de tres posibles formas distintas: luchando, huyendo o camuflarse con el entorno (mediante la parálisis o haciéndose el muerto).
La activación del sistema nervioso simpático provoca que el corazón lata más deprisa, se acelere la respiración, se tensen los músculos y la mente entre en un estado de hiperalerta. Estos cambios se producen con el objetivo de aumentar las probabilidades de supervivencia, preparando al organismo para actuar rápidamente, especialmente mediante la lucha o la huida. Sin embargo, en las crisis de ansiedad, este sistema se activa sin que exista un peligro real. Es decir, el sistema simpático se pone en marcha porque interpreta erróneamente una situación como una amenaza, cuando esta no se resuelve ni luchando ni huyendo.
Como hemos comentado anteriormente, en algunos casos, la persona es capaz de identificar qué provocó la crisis de ansiedad, como una preocupación laboral, de salud o personal. Sin embargo, en otras ocasiones, la crisis aparece de forma espontánea, sin un claro desencadenante, lo que puede resultar más confuso y angustioso para el paciente.
Tratamiento de los ataques de ansiedad
El tratamiento de las crisis de ansiedad comienza con un diagnóstico correcto. El diagnóstico de las crisis de ansiedad es un diagnóstico de exclusión. Es decir, antes de confirmar este diagnóstico es necesario descartar otras posibles causas como: intoxicaciones, síndromes de abstinencia, enfermedades médicas u otros trastornos psiquiátricos. Lo recomendable es que se realice una valoración en urgencias del paciente o por el médico de familia para descartar una causa física. Si se encuentra alguna causa que justifique la crisis de ansiedad, debemos tratar la enfermedad subyacente y monitorizar si las crisis de ansiedad no se repiten una vez completado el tratamiento.
El tratamiento de los ataques de ansiedad tiene dos objetivos:
Paliar o atenuar los síntomas en el momento de la crisis de ansiedad.
Prevenir o evitar la aparición de una nueva crisis de ansiedad.
Sin duda, el objetivo más importante es prevenir o evitar la aparición de futuras crisis de ansiedad. Tratar de forma aislada un ataque de ansiedad puede producir un alivio momentáneo, pero no es suficiente. En cambio, lograr evitar que aparezcan nuevos episodios de ataques de ansiedad permite restablecer la normalidad en la vida de la persona, ayudándole a recuperar la confianza y a retomar aquellas actividades que había estado evitando durante el periodo en el que sufrió las crisis.
A continuación vamos a explicar en qué consiste cada uno de los tratamientos.
¿Cómo controlar un ataque de ansiedad?
Ante una crisis de ansiedad o ataque de pánico, lo más importante es recordar que, aunque los síntomas son intensos y angustiantes, no comprometen la vida de una persona.
Si estás teniendo tú el ataque de ansiedad es muy importante que te recuerdes mentalmente que estás ante una crisis de ansiedad y que va a pasar. Recordemos que las crisis de ansiedad son autolimitadas y duran habitualmente unos pocos minutos. Te puede ayudar seguir estas recomendaciones:
No luches contra la crisis de ansiedad.
Muévete a un lugar tranquilo y con aire fresco.
Evita hiperventilar (respirar rápido y superficialmente).
Respira lento y profundo.
Inhala por la nariz lentamente durante cuatro segundos.
Retén el aire dos segundos.
Exhala por la boca más lentamente, durante seis segundos.
Las técnicas de grounding te pueden ayudar: descálzate y siente el suelo con los pies, aprecia su textura y concéntrate en pensar en el aquí y ahora.
Cómo ayudar a alguien que está sufriendo un ataque de ansiedad
¿Qué hacer si otra persona sufre un ataque de ansiedad?
Ante la duda de lo que le pueda estar sucediendo, llama al teléfono de emergencias (112). Esto es especialmente importante si no se resuelve el malestar, se desmaya o le duele el pecho.
Intenta mantener la calma, recuerda que lo esperable es que dure unos pocos minutos y se resuelva espontáneamente.
Quédate junto a la persona.
Respeta su espacio vital.
Háblale tranquilamente.
Anímale a respirar lentamente contigo (como hemos explicado anteriormente).
Sin insistir y sin forzar, intenta que te mire a los ojos, esto podría favorecer que traer a la persona al aquí y ahora.
Evita minimizar su sufrimiento con frases tales como “no es para tanto” o “no hay motivos para ponerse así”.
No alimentes su miedo preguntándole “Pero, ¿te encuentras tan mal?”
Pregúntale si tiene alguna medicación para estos casos. No le des una medicación si no se la ha prescrito previamente un médico.
Medicación para el momento del ataque de ansiedad
Cuando estas recomendaciones no son suficientes, puedes tomar la medicación que te haya indicado tu médico. Si no te han prescrito ninguna medicación, no la tomes por tu cuenta. Lo habitual es que se prescriban benzodiacepinas, un grupo de medicamentos de los que hemos hablado anteriormente, como el lorazepam (Orfidal ®), el clonazepam (Rivotril ®), el alprazolam (Trankimazin ®) o el diazepam (Valium ®).
Las benzodiacepinas en los ataques de ansiedad actúan reduciendo el nivel de ansiedad de forma relativamente rápida. Sin embargo, en muchas ocasiones no es lo suficientemente rápido como para actuar antes de que de forma natural la crisis de ansiedad se extinga. Recordemos que una crisis de ansiedad suele durar entre 10 y 45 minutos y el inicio de acción de las benzodiacepinas aparece 20 o 30 minutos después de administración. Por tanto, aunque lo ideal sería tomarlas al aparecer los primeros síntomas, es probable que, cuando empiecen a hacer efecto, la crisis de ansiedad ya haya remitido. Lo que sí consiguen las benzodiacepinas es llevar al paciente a un estado de calma y evitar que las crisis de ansiedad se sucedan.
El tratamiento de los ataques de ansiedad con benzodiacepinas es insuficiente porque tratar una crisis de ansiedad no evita que en los días siguientes aparezcan otras. El objetivo último del tratamiento de las crisis de ansiedad es su erradicación, es decir, que no vuelvan a aparecer.
Cómo evitar futuros ataques de pánico
Como hemos explicado anteriormente, cuando una persona sufre un ataque de ansiedad, es habitual que las crisis de ansiedad se sucedan. Estas crisis de ansiedad recurrentes generan una gran limitación funcional a la personas que las sufre y provoca conductas de evitación muy incapacitantes. Por este motivo, el tratamiento de los ataques de pánico no se limita exclusivamente a paliar la intensidad de los síntomas como si de un dolor se tratara, sino que debe abordar la causa subyacente para evitar que las crisis de ansiedad se repitan.
Tanto la psicoterapia como el tratamiento farmacológico pueden prevenir la aparición de nuevas crisis de ansiedad. Estas dos modalidades de tratamiento no son excluyentes, sino que son complementarias y pueden actuar de forma sinérgica. La medicación puede ser muy eficaz para reducir la probabilidad de futuros ataques de ansiedad, mientras que la psicoterapia ayuda a la persona a resolver las conductas de evitación desadaptativas y recuperar la confianza y normalidad del día a día.
Hemos comentado que las benzodiacepinas se utilizan como tratamiento sintomático de las crisis de ansiedad; sin embargo, no previenen la aparición de nuevas crisis. Para prevenir nuevos ataques de pánico se utilizan los antidepresivos principalmente. Los antidepresivos son un grupo de psicofármacos muy polivalentes que, además del obvio efecto antidepresivo, poseen un importante efecto ansiolítico y antiobsesivo. En concreto, los antidepresivos ayudan a reducir la frecuencia y la intensidad de los ataques de ansiedad, espaciando los episodios hasta lograr su desaparición.
Los antidepresivos más utilizados para tratar los ataques de pánico son: Paroxetina, Fluoxetina, Sertralina, Escitalopram y Citalopram. Estos antidepresivos, pertenecientes a la familia de los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) y presentan una eficacia muy similar entre sí. Además, estos fármacos tienen una limitación común: requieren entre tres y cuatro semanas para comenzar a hacer efecto. Aún así, por lo general, este efecto aparece antes que con la psicoterapia, que suele ser más lenta en actuar, aunque su efecto a largo plazo es más duradero y estable.